jueves, 30 de junio de 2016

A ellos, a nosotros



A ellos: aquí no se mata por lo que piensas ni por lo que crees. Aquí se trata a las mujeres como iguales, no se les tapa el cuerpo ni el rostro, no se las mantiene escondidas al resto de la sociedad, no tienen por qué dedicarse únicamente a las labores de la casa, no tienen que mostrar más respeto a sus maridos que el que éste les tiene a ellas. Aquí tienen los mismos derechos que un hombre. Aquí se puede andar por la calle cogido de la mano de la persona que quieras, sea de tu mismo o de distinto sexo, sin riesgo de morir. Aquí se puede cambiar de sexo si esa es tu necesidad. Aquí se puede no creer en la creencia generalizada, o no creer directamente en ninguna de las establecidas, nunca estarás amenazado de muerte si no cumples una norma religiosa. Aquí se puede votar a partidos políticos distintos cada cierto tiempo, así como botar a gobiernos, también de vez en cuando. Aquí la ciencia tiene cierta importancia, y para una estimable cantidad de persona, sus conclusiones tienen más valor que las creencias preestablecidas, pero tanto si defiendes a la ciencia como si defiendes la religión, no tienes riesgo de muerte. Aquí no se justifican asesinatos en nombre de ningún dios. Aquí la vida tiene mucho valor como para permitir o entender que nadie salga a la calle a matar a personas inocentes.

A nosotros: allí llegan nuestras armas, esas que luego utilizan para matarse entre ellos o a nosotros. Allí llegan nuestros ejércitos, ocupando territorios que no nos pertenecen con la excusa de pacificar una región que casualmente siempre suele contener un recurso que necesitamos. Allí llegan las condiciones laborales que nuestras empresas transnacionales imponen, esas que consiguen establecer horarios inhumanos y  emolumentos mínimos, que logran desgastar a sus sociedades e impedirles su propio desarrollo individual por dejarles en situación de carestía de tiempo y dinero. Allí hacen negocios sucios nuestros gobiernos por acción u omisión con sus tiranos: petróleo, armas, recursos naturales. Allí damos pie a sociedades difíciles, imposibles para el devenir de familias y personas, que se ven obligadas a exiliarse en busca de esperanza para luego, aquí, impedirles el paso con una valla gigantesca y unos cuerpos de seguridad armados avisándoles de que no pasen. Allí la vida tiene tan poco valor que es posible entender que alguien salga a autoinmolarse o a disparar a otras personas desconocidas en nombre de cualquier dios que les prometa liberarles del sufrimiento y el dolor.

¿De verdad la única solución al problema la tiene responder con más violencia? 



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