martes, 2 de septiembre de 2014

Atardecer



No existe nada parecido, con tanta fuerza, nada que se repita tantas veces en todos los lugares del mundo, y que su simple visualización no te haga pararte, sentarte si es posible, y esperar a que se produzca el fenómeno. Ahora estoy en Serendipity, en la costa camboyana, y descubro que aquí sucede lo mismo. El cuerpo recibe la orden de la mente, “párate, siéntate, en la arena, da igual, pero siéntate y disfruta”. Los colores azules y blancos, los últimos rayos solares que se tornan de amarillos a naranjas e incluso rosas, el sonido de las olas, el agua, ese tranquilo ir y venir de ondas a través del mar chocando con la orilla. La brisa marina envuelta en la calidez húmeda de esta parte del mundo, el escenario enfrente, como si fuese un lienzo que va cambiando a cada segundo, fondo azul, algodones blancos, fuego a lo lejos que se funde con el mar embravecido. Parece que las nubes son humo resultado de esa fusión entre lo más caliente y lo más líquido. Un escenario del que es imposible escapar, que se introduce en el cerebro y te taladra activando una tecla reflexiva que dice “¿qué estás haciendo?”. Tengo ante mí el fin de un día, y no temo, y me pregunto qué habría pensado el primer hombre que se enfrentó al atardecer por primera vez y miró con miedo el futuro, viendo cómo se escapaba irremediablemente el astro rey, rodeándose todo de una oscuridad amenazante, sin saber aún que siempre, incluso tras la noche más cerrada, vuelve a aparecer el sol. Como tantas cosas en esta vida, el miedo de ayer es nuestra seguridad de hoy. Ese hombre no imaginaba que todo era mucho más fácil, que llegado un momento tendría que dejar de recrearse en sus tinieblas, darse la vuelta y simplemente esperar a que apareciese el sol de nuevo por el otro lado. Lo aprendió al día siguiente. La experiencia trae consigo la tranquilidad.



6 comentarios:

  1. Espero que lo disfrutaseis muchísimo, siempre pienso que ese momento "nos pone en nuestro sitio".

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  2. Cierto, a mi no me deja de sorprender, y eso que si hago cuentas debo haber vivido más de 12.700 en mi vida!

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  3. Serendipity... qué hermoso nombre. Lo casual que es causal. Me alegra ver que tus viajes exteriores son también interiores. No es la puesta de sol cantada por tantos "poetas" lo que nos da la luz, sino la interiorización de lo que miramos. Gracias por tus textos. Siempre cambian algo del vacío. Las fotos de nuestra vida. Y nuestros sueños.

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  4. Gracias por tus comentarios, Emilio, me alegra muchísimo volver a leerte, o mejor dicho a oirte, pues a pesar de no conocer tu voz, tus palabras resultan siempre tan acertedas que entran directamente por el oído hasta el lugar mismo donde se alojan las reflexiones. Un saludo.

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  5. Edu, genial el relato. Me ha encantado. Es cierto que la obscuridad nos llena de temores y el amanecer los difumina. Aunque a veces los temores nos descubre instrumentos para enfrentarnos al nuevo día con diferentes referencias. La foto es preciosa. Un abrazo

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  6. Muchísimas gracias Pitusa. ¡Un beso fuerte!

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