miércoles, 9 de abril de 2014

Colores



Blanco, azul, verde, rojo, amarillo, marrón, celeste, dorado, plateado, negro, oxidado, naranja… me faltan nombres de colores para describir el interior del autobús en el que me encuentro sumergido. Colores que hacen representar en mi cabeza conceptos como “vida” y “alegría”. Así es Malí, una mezcla de tonos que hermosamente se junta con el ébano de sus pieles. El coche da saltos al intentar sortear sin éxito los baches del camino de tierra por el que transitamos, los amortiguadores creo que hace tiempo que dejaron de funcionar, las ventanas están abiertas dejando pasar el aire cálido del exterior, las cortinas se mueven de un lado a otro, el silencio inunda el interior, a pesar de que no estamos solos (sabemos lo que queremos), de que todos los asientos están ocupados, e incluso lo que no son asientos. Desde mi privilegiada posición en el gallinero, me admira la visión que tengo enfrente, como si fuera arte en movimiento, un montón de cuerpos y cabezas, la mayoría adornadas con telas enrolladas al estilo africano, que se mueven a un lado y a otro en silencio, al vaivén del autobús, mirando hacia adelante, expectantes ante el trayecto que nos queda por hacer, y las contemplo como si esas personas hubiesen dejado de serlo, como si sus movimientos dibujasen trazos de un pincel que va empañando mi horizonte de colores. Me gusta. Me hace sentir bien. Y entonces es cuando entiendo el mensaje del cuadro que ha conseguido dibujar el autor desconocido: la frontera que separa el blanco y el negro solo puede atravesarse con color.



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